miércoles, 18 de junio de 2014

Maquiavelo

MAQUIAVELO


(Florencia, 1469-1527) Escritor y estadista florentino. Nacido en el seno de una familia noble empobrecida, Nicolás Maquiavelo vivió en Florencia en tiempos de Lorenzo y Pedro de Médicis. Tras la caída de Savonarola (1498) fue nombrado secretario de la segunda cancillería encargada de los Asuntos Exteriores y de la Guerra de la ciudad, cargo que ocupó hasta 1512 y que le llevó a realizar importantes misiones diplomáticas ante el rey de Francia, el emperador Maximiliano I y César Borgia, entre otros.
Su actividad diplomática desempeñó un papel decisivo en la formación de su pensamiento político, centrado en el funcionamiento del Estado y en la psicología de sus gobernantes. Su principal objetivo político fue preservar la soberanía de Florencia, siempre amenazada por las grandes potencias europeas, y para conseguirlo creó la milicia nacional en 1505. Intentó sin éxito propiciar el acercamiento de posiciones entre Luis XII de Francia y el papa Julio II, cuyo enfrentamiento terminó con la derrota de los franceses y el regreso de los Médicis a Florencia (1512).
Como consecuencia de este giro político, Maquiavelo cayó en desgracia, fue acusado de traición, encarcelado y levemente torturado (1513). Tras recuperar la libertad se retiró a una casa de su propiedad en las afueras de Florencia, donde emprendió la redacción de sus obras, entre ellas su obra maestra, El príncipe (Il principe), que Maquiavelo terminó en 1513 y dedicó a Lorenzo de Médicis (a pesar de ello, sólo sería publicada después de su muerte).

En 1520, el cardenal Julio de Médicis le confió varias misiones y, cuando se convirtió en Papa, con el nombre de Clemente VII (1523), Maquiavelo pasó a ocupar el cargo de superintendente de fortificaciones (1526). En 1527, las tropas de Carlos I de España tomaron y saquearon Roma, lo que trajo consigo la caída de los Médicis en Florencia y la marginación política de Maquiavelo, quien murió poco después de ser apartado de todos sus cargos.

 PENSAMIENTO DE NICOLAS MAQUIAVELO

POLÍTICA:

Aunque Maquiavelo nunca lo dijo, se le atribuye la frase «el fin justifica los medios», ya que resume muchas de sus ideas.
Se considera a Maquiavelo como uno de los teóricos políticos más notables del Renacimiento, pues con su aporte se abre camino a la modernidad en su concepción política y a la reestructuración social.
Tradicionalmente, se ha encontrado una aporía en el pensamiento maquiaveliano como consecuencia de la difícil conciliación de sus dos obras principales, los Discursos sobre la primera década de Tito Livio y El príncipe.
En los Discursos, Maquiavelo se declara partidario de la república, partiendo del supuesto de que toda comunidad tiene dos espíritus contrapuestos: el del pueblo y el de los grandes (que quieren gobernar al pueblo), que están en constante conflicto. Para Maquiavelo el mejor régimen es una República bien organizada (toma como ejemplo la República Romana), aquella que logre dar participación a los dos partidos de la comunidad para de esta manera contener el conflicto político dentro de la esfera pública.
Maquiavelo señala, y de aquí la calificación de bien organizada, que es primordial que en dicha república se disponga de las instituciones necesarias para canalizar el conflicto dentro de las mismas sin las cuales la república se desarmaría. Ninguna de las otras formas de gobierno como la aristocracia, la tiranía, la democracia o la monarquía logran el equilibrio de los partidos dentro del régimen por lo que son inestables.
Maquiavelo entiende que todo príncipe debe tener virtud y fortuna para subir al poder: virtud al tomar buenas decisiones y fortuna al tratar de conquistar un territorio y encontrarse con una situación (que no fue provocada por él mismo) que lo ayuda o beneficie conquistar. Aquel príncipe que obtenga el poder mediante el crimen y el maltrato, siendo éste vil y déspota, debe entender que una vez subido al poder tiene que cambiar esa actitud hacia el pueblo. Dándole libertad al pueblo, para ganarse el favor del mismo, ya que al fin y al cabo estos serán los que decidan su futuro.
Maquiavelo fue además un auténtico precursor del trabajo de los analistas políticos y columnistas de nuestros días: «todos estos príncipes nuestros tienen un propósito, y puesto que nos es imposible conocer sus secretos, nos vemos obligados en parte a inferirlo de las palabras y los actos que cumplen, y en parte a imaginarlo»
 MÉTODO  DE MAQUIAVELO
Como pensador del Renacimiento, Maquiavelo inaugura un nuevo método de concebir las cosas políticas. Así lo expresa él mismo en su prólogo a los Discursos:
¨Aunque por la natural envidia de los hombres haya sido siempre tan peligroso descubrir nuevos y originales procedimientos como mares y tierras desconocidos, por ser más fácil y pronta la censura que el aplauso para los actos ajenos, sin embargo, dominándome el deseo que siempre tuve de ejecutar sin consideración alguna lo que juzgo de común beneficio, he determinado entrar por vía que, no seguida por nadie hasta ahora, me será difícil y trabajosa; pero creo me proporcione la estimación de los que benignamente aprecien mi tarea.´
Su método consiste en hacer un análisis de los acontecimientos políticos, a partir ya sea de su propia experiencia política, ya sea de la historia, como afirma en el prólogo a El Príncipe: «No puedo ofreceros mejor regalo que el procurar sepáis en brevísimo tiempo cuanto yo he aprendido en tantos años y con tantas molestias y peligros».
EL PODER
Más que la justificación teórica del poder, a Maquiavelo le interesa este hecho primario: el poder político es imprescindible y sobresale entre cualesquiera otras instituciones o condiciones de la sociedad; sin el poder político la sociedad se disgrega, desaparece. La política tiene su propio estatuto, no le son aplicables las leyes de la vida individual ni moral, ni las de cualquier otro tipo; deberá ser regida por leyes propias, acordes con su función de dar coherencia y subsistencia al cuerpo social.

LA FORTUNA Y LA VIRTUD

Maquiavelo se esforzó por captar la oculta racionalidad de la historia, por comprenderla como pasado para poder crearla, al mismo tiempo, como porvenir. El haber participado en acontecimientos muy dramáticos por los que atravesó su ciudad le llevó —al igual que la lectura de la historia— a percibir el carácter trágico y siempre incierto de los acontecimientos terrenos, la fuerza a veces abrumadora de la adversidad. Los elementos que los hombres no pueden dominar los simbolizó en la idea de fortuna, concepto que contrapone a lo largo de su obra al de virtud. Constata el hecho de que nadie, cualquiera que sea su virtud, está completamente sustraído a esa fuerza ciega que es la fortuna, el fatum, y plantea las relaciones entre ambas de la siguiente manera:
¨No se me oculta que muchos han tenido y tienen la opinión de que las cosas del mundo están gobernadas por la fortuna y por Dios hasta tal punto que los hombres, a pesar de toda la prudencia, no pueden corregir su rumbo ni oponerles remedio alguno. Por esta razón podrían estimar que no hay motivo para esforzarse demasiado en las cosas, sino más bien dejar que las gobierne el azar.¨
Su postura es que el hombre puede y debe resistir a la fortuna, prepararle con su virtud duros obstáculos ya que, dondequiera que los hombres son débiles, la fortuna se muestra fuerte.

EL PRÍNCIPE Y LA MORALIDAD

Reflejo de su tiempo, Maquiavelo ve en el monarca, en el príncipe, al artífice de la sociedad; y «exalta la fuerza históricamente creadora del hombre, a la que latinamente llama virtud, es decir, la capacidad de un jefe político de forjar y mantener un Estado».13 En El Príncipe hace aparecer a César Borgia como el tipo del príncipe nuevo, modelo de virtuosidad política, opuesto a Luis XII, príncipe hereditario que acumula defectos; en los capítulos XV a XX de esta obra —que se cuentan entre los más célebres y que constituyen la esencia de su pensamiento— va a delinear el perfil de este príncipe nuevo.

Maquiavelo establece los deberes de un príncipe ateniéndose a lo que él llama «la verdad real de la cosa», no a la «representación imaginaria de la misma»; es decir, parte de la realidad tal cual es y no como debería ser: «...porque hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que quien deja a un lado lo que se hace por lo que se debería de hacer, aprende antes su ruina que su preservación».

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